Política de aranceles de Trump es una estrategia de contención frente a la amenaza china

Por Conrad Black
8 de abril de 2025 17:30 Actualizado: 9 de abril de 2025 18:12

Evaluar la política arancelaria del presidente Trump implica examinarla desde dos perspectivas diferentes: completar el cambio de la contención de la Unión Soviética posterior a la Guerra Fría para abordar el siguiente desafío, de China, y la garantía de que Trump es sincero en su deseo de negociar nuevos acuerdos de comercio justo para eliminar eficazmente el anacrónico déficit comercial de Estados Unidos.

El líder soviético Joseph Stalin, el presidente estadounidense Franklin Roosevelt y el primer ministro británico Winston Churchill prometieron que evacuarían rápidamente los países liberados de Europa Occidental, excepto Alemania, y celebrarían en todos ellos elecciones completamente democráticas con participación de todos los partidos. Los aliados occidentales cumplieron escrupulosamente este compromiso, incluso en Italia y Francia, a pesar de que los partidos comunistas de esos países obtuvieron más del 20 % de los votos. Sin embargo, la Unión Soviética incumplió sus promesas y no se celebraron elecciones hasta que el bloque comunista y el propio comunismo internacional se desintegraron 45 años después del final de la Segunda Guerra Mundial.

Estados Unidos también extendió una generosa ayuda económica para la reconstrucción de Europa Occidental (y que Canadá emuló con una generosidad desproporcionada, y por la que se ha dado poco crédito), y lideró la formación de la OTAN, cuya característica principal era la garantía militar estadounidense para todos los estados miembros, aunque se formuló como el principio de que un ataque contra uno sería un ataque contra todos, pero cada uno determinaría cómo elegiría responder a tal ataque.

La OTAN ha sido la alianza más exitosa en la historia del mundo, y ella y el Plan Marshall, que ayudó a la recuperación de Europa Occidental, fueron los principales cimientos de la victoria sobre el comunismo en Europa. La desintegración de la Unión Soviética y la reunificación de Alemania como miembro de pleno derecho de la Alianza Occidental y de la Unión Europea pusieron fin a la larga era en la que no estaba claro si Alemania era un país orientado hacia el Este o hacia el Oeste.

Dado que Estados Unidos nunca temió a una Alemania unida, el presidente Eisenhower incorporó a Alemania Occidental a la OTAN a pesar de las reservas de Churchill y de los gobiernos franceses de la Cuarta República. El presidente Reagan y el presidente George H. W. Bush, con la ayuda del primer ministro canadiense Mulroney, ayudaron al canciller de Alemania Occidental, Helmut Kohl, a reunificar Alemania, a pesar de las reservas de la primera ministra británica Thatcher, del presidente francés Mitterrand y del presidente soviético Gorbachov.

La Rusia de Vladimir Putin tiene menos de la mitad de la población de la antigua Unión Soviética y un PIB menor que el de Canadá. No posee ni una cuarta parte de la fuerza económica de las principales potencias de Europa Occidental y, desde luego, no posee —como ha demostrado al tambalearse en Ucrania— el poder militar para intimidar a los principales países de Europa Occidental. Esto es especialmente cierto dado que Francia y el Reino Unido son potencias nucleares, y dado el compromiso continuo de Estados Unidos de defender Europa Occidental en caso de ataque.

En estas circunstancias, es natural que Estados Unidos, que ha diseñado y llevado a cabo una exitosa estrategia de contención contra la Unión Soviética, esté aplicando ahora una estrategia de contención modificada para hacer frente al desafío planteado por China.

Después de la Segunda Guerra Mundial, muchas antiguas colonias de Europa Occidental eran vulnerables al comunismo por su promesa de igualdad para todos y su aparente falta de prejuicios raciales, pero la estrategia estadounidense consistía en incentivar a estos países para que mantuvieran las distancias con la URSS y darles un acceso generoso para vender productos baratos en el mercado estadounidense. Estados Unidos era un lugar tan deseable para invertir y tan abrumadoramente poderoso económicamente que el dinero que salía de Estados Unidos pronto regresaba como inversión en ese país, pero no en cantidades que socavaran el control estadounidense de su propia economía.

Todas estas amenazas desaparecieron incluso antes de la Guerra Fría. Y mientras que hace 10 años se creía comúnmente que la economía china estaba a punto de superar a la de Estados Unidos, la economía china hoy es menos de dos tercios de la de Estados Unidos, y sigue siendo un 40 por ciento una economía dirigida en un estado totalitario que es profundamente corrupto. China no es un país rico, tiene una gran población de personas mayores debido a su loca política anterior de un solo hijo, y varios cientos de millones de chinos siguen viviendo como hace 1000 años.

La única amenaza creíble que China podría suponer para la preeminencia estadounidense (y occidental) en el mundo sería si pudiera llegar a un acuerdo con Rusia para enviar decenas de millones de sus excedentes de población a Siberia para explotar sus recursos a cambio de un canon pagado al Kremlin. Rusia no es una amenaza seria para Europa occidental, pero podría, si fuera tan rechazada y humillada por Occidente, volverse tan rencorosa que estuviera dispuesta a suprimir el imperecedero orgullo de la Santa Madre Rusia en una cómoda relación subordinada con China.

Por eso la administración Trump ha reconocido que, además de asegurarse de que Rusia no logre deshacer el mayor elemento individual de la victoria occidental en la Guerra Fría reabsorbiendo Ucrania, debe tratar de reavivar una relación con Rusia, un país con el que Estados Unidos ya no tiene ningún desacuerdo fundamental. Y al elaborar una estrategia de contención contra China, los principales países asociados deseables son Japón, India y Rusia, y en segundo lugar, Vietnam, Corea del Sur, Australia, Indonesia y Filipinas. Esta es, esencialmente, la razón por la que Estados Unidos no ha aplicado nuevos aranceles a Rusia, porque se encuentra en las últimas etapas de la negociación de una resolución integral de las cuestiones pendientes con ese país.

En estas circunstancias, no hay razón alguna para que Estados Unidos tenga un déficit comercial. Y mientras el presidente Trump sea sincero en cuanto a renegociar acuerdos más equitativos y dejer de cargar en las espaldas de Estados Unidos con una serie de regímenes perfectamente capaces de valerse por sí mismos en una alianza en la que todos pongan de su parte y paguen lo que les corresponde para variar, todo se resolverá con bastante rapidez y de forma satisfactoria.

Cincuenta países ya han expresado su deseo de negociar aranceles con la administración Trump. Desafortunadamente, el asesor comercial Peter Navarro ha insinuado que Estados Unidos quiere utilizar los aranceles para obligar a todos aquellos que deseen entrar en Estados Unidos a invertir en el país. Esto no es lo que ha estado diciendo el presidente, y una vez que empiecen a surgir acuerdos binacionales, se aliviará el nerviosismo de los mercados financieros, el elemento más cobarde de todos los segmentos principales de la sociedad.

Las opiniones expresadas en este artículo son opiniones del autor y no reflejan necesariamente las opiniones de The Epoch Times.

Artículo publicado originalmente en The Epoch Times con el título «Conrad Black: Trump’s Tariff Policy Is in Part a Containment Strategy to Deal With the China Threat»

Las opiniones expresadas en este artículo son propias del autor y no necesariamente reflejan las opiniones de The Epoch Times

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